SOLAINA

En la familia propietaria de esta casa existía la costumbre de plantar un árbol para celebrar cada nuevo nacimiento de un varón. Cuando nació el padre de Otero, se plantó un naranjo, quizás alguno de los que todavía puedes ver en este jardín. Enrique Otero fue el encargado de plantar, al poco tiempo de nacer su único hijo, Ramón Otero Pedrayo, un árbol. Según sabemos hoy, se trataba de un pinsapo. El escritor solía referirse a este árbol como “mi irmanciño” lo que resume bien la identificación con la tierra y con la naturaleza. A "meu irmanciño", traducido como "mi heramanito" le dedicó un entrañable cuento titulado precisamente así, “Meu irmao”. El texto relata la historia del árbol y la honda pena que sintió el escritor el 5 de febrero de 1972, día en que cayó derribada a consecuencia de un fuerte temporal. El espíritu romántico de Otero le hizo ver, tras la caída, el anuncio de su propia muerte. Usó parte de la madera para decorar la librería del comedor y guardó el resto para hacer el ataúd en el que quería ser enterrado.

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