Antes de entrar en la siguiente sala, la despensa, fíjate en el cuadro que hay en la entrada. Se trata del último texto que Ramón Otero Pedrayo dejó escrito en vida. Es un artículo largo, sin casi correcciones, como era habitual en él, escrito para el periódico ourensano La Región. Si te fijas en la fecha en que fue firmado, comprobarás que lo finalizó apenas cuarenta y ocho horas antes de morir.

Llegados aquí, hace falta señalar que la obra de este escritor, un auténtico polígrafo, es inmensa y muy diversa. Baste decir que, aun hoy, se conservan algunos textos inéditos. Fue, como seguramente sabes, un hombre extremadamente comprometido con la lengua gallega mismo en momentos tan difíciles como la posguerra. Hoy sabemos que en esos años, en los que solo podía publicar en castellano, prefería hacerlo empleando pseudónimos (Santiago Amaral, Luis Peñanofre…, son algunos de los más conocidos). No se sentía un escritor libre e intentaba transmitir su incomodidad.