DESPACHO

Al cruzar el comedor dejamos a la derecha un pequeño despacho ubicado mismo en la entrada principal de la casa. Se trata de una dependencia silenciosa y acogedora, repleta de libros, que claramente inspira la descripción del lugar de trabajo de Adrián Solovio, el protagonista de Arredor de sí, novela que ha pasado a la historia de la literatura gallega, como un retrato generacional del propio escritor. En las páginas de esta obra, leemos: “En el despacho pequeñito, fresqueiro, con una ventana enrejada están las obras del P. Feixóo y también muchas filas de libros nuevos. Unos dicen Alcán: otros Mercure. Hay algunos de firme encoadernaceón en alemán. Muchos tienen notas ô margen”. Todo esto es, aun hoy, verdad.

Colgada en este despacho puedes ver la toga que el escritor utilizó para ingresar en la Universidad de Santiago de Compostela en 1950. Otero Pedrayo, que había aprobado las oposiciones a la enseñanza media en 1921, dio aulas en el instituto de Ourense, hoy Otero Pedrayo, en el Posío, hasta el verano del año 1937. En agosto de ese año fue represaliado y se le negó la posibilidad de volver a dar aulas. El escritor, que era docente por vocación, recibió la noticia con mucha tristeza. Aquellos años, los de la posguerra, fueron muy difíciles. El asesinato de amigos y compañeros de faenas políticas como Alexandre Bóveda o Roberto Blanco Torres, el exilio de otros muchos como Castelao o Alonso Ríos, lo dañaron de verdad.

Retirado en esta casa, dedica sus días a la lectura y al estudio. Once años después, en 1948, el gobierno franquista decide devolverle la cátedra. Durante dos cursos, imparte de nuevo clases en el instituto pero, en 1950, con 62 años cumplidos, logra aprobar unas oposiciones y convertirse en catedrático de Universidad.

En Santiago de Compostela pasó ocho años, hasta su jubilación en 1958, fueron, según dijo, los años más felices de su vida. El compromiso de los chicos universitarios (como Xosé Luís Franco Grande, Ramón Lorenzo, Méndez Ferrín…) y su implicación en la recuperación cultural de Galicia, lo animaban extraordinariamente. La convivencia con Domingo García-Sabell, con Ramón Piñeiro, con Francisco Fernández del Riego lo alegran enormemente. Son años de ilusión y trabajo duro, confiando en el futuro de la lengua y de la cultura.

La toga, es todo un símbolo. El ingreso en la universidad representa el triunfo académico y, para los galleguistas de aquella época, la posibilidad de que Otero Pedrayo, símbolo de la Galicia de preguerra, ocupe el lugar preminente que le corresponde.

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