Ermita de San Quirico de Durro

La ermita de San Quirce, en catalán Sant Quirc, se encuentra en las inmediaciones del núcleo de Durro, en el valle de Boí, a una altitud de 1498 metros. Situada en un entorno de montaña de gran belleza, su acceso es sencillo mediante una pista forestal que asciende suavemente desde el pueblo. Desde su emplazamiento se domina una amplia panorámica del valle, cerrado al fondo por las cumbres del macizo de Coma-lo-Formo y los picos de Besiberri Norte y Sur. Una senda señalizada permite continuar hasta el pequeño lago de Durro, a 2250 metros de altitud, atravesando el barranco de Freixa y el arroyo de Mulleres.

La ermita fue reconocida como Bien de Interés Cultural en 1992 y, al igual que el resto de iglesias del valle, fue inscrita en el año 2000 en la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO, como parte del conjunto de Iglesias románicas catalanas del Valle de Bohí.

El edificio responde a una estructura sencilla, característica de las ermitas rurales de época románica. Presenta una sola nave cubierta con bóveda de cañón, que remata en un ábside semicircular cubierto con bóveda de cuarto de esfera. El edificio es de pequeñas dimensiones y muy sobrio, con un aparato constructivo rústico, aunque de factura sólida. Solo se abren tres vanos: una ventana de tipo saetera en el centro del ábside, un óculo sobre ella y una pequeña ventana más en la fachada occidental. La entrada se sitúa en el muro sur, mediante una puerta en arco de medio punto, construida con dovelas irregulares y toscamente trabajadas. En una restauración posterior se añadió una espadaña, elemento que no formaba parte de la estructura original.

En el interior se conserva la huella del altar románico original, hoy desaparecido, cuya decoración se conoce gracias al frontal pintado sobre tabla que lo revestía. Esta obra, dedicada a Santa Julita y su hijo San Quirce, constituye uno de los mejores ejemplos de pintura románica catalana sobre tabla y se encuentra actualmente en el Museo Nacional de Arte de Cataluña.

El frontal está completamente decorado con pintura al temple sobre madera, y estilísticamente se relaciona con los conjuntos pictóricos de Sant Climent de Taüll y Santa Eulalia de Bohí. También muestra analogías con los frescos de Santa María de Valencia de Àneu, especialmente en la expresividad y estilización de las figuras.

La escena principal representa a Santa Julita, dispuesta en posición central dentro de una mandorla, con su hijo San Quirce en brazos. Ambos aparecen nimbados, subrayando su santidad. A los lados de la mandorla se despliegan cuatro escenas que narran el martirio de la santa. En el cuadrante superior izquierdo, dos verdugos serran el cuerpo de Santa Julita, desnuda de cintura hacia arriba. En la parte superior derecha, los verdugos intentan clavarle clavos en la cabeza con sendos martillos, dibujados con gran atención al detalle. La escena continúa abajo a la derecha, donde los mismos verdugos golpean a la santa con espadas, mientras ella permanece de pie, herida pero firme. Finalmente, en el recuadro inferior izquierdo, Santa Julita y su hijo aparecen dentro de un caldero de agua hirviendo, mientras los verdugos intentan sujetarlos con sus espadas. El marco que rodea el frontal está decorado con motivos geométricos y vegetales, completando una obra de gran intensidad dramática y calidad artística.

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