El castillo de Belmonte destaca por ser una fortaleza excepcional, no solo por el óptimo estado de conservación que mantiene, sino también por la singularidad de su trazado arquitectónico y por un aspecto exterior que apenas ha variado desde que fuera levantado en el siglo XV. Se trata de una joya patrimonial de la provincia de Cuenca, ubicada a unos 155 kilómetros de Madrid, lo que lo convierte en un destino cultural accesible y atractivo.

Su construcción se inició en 1455, en plena cima del cerro de San Cristóbal, por iniciativa de don Juan Pacheco, primer marqués de Villena, uno de los personajes más influyentes de la Castilla del siglo XV. En una época marcada por conflictos sucesorios y luchas internas en la Corona, el marqués buscaba consolidar su poder mediante la adquisición de territorios y el levantamiento de sólidas fortalezas que reforzaran su posición política. Las obras se prolongaron hasta alrededor de 1468, coincidiendo con la etapa previa a su tercer matrimonio con doña María Velasco, de la que, significativamente, no se conserva ningún escudo heráldico en el edificio.

El diseño original fue obra del arquitecto Hanequín de Bruselas, maestro de origen flamenco muy activo en Castilla, que también participó en la construcción de la Colegiata de Belmonte. No obstante, algunos especialistas sostienen que en la fase final de las obras intervendría el prestigioso arquitecto Juan Guas, discípulo de Hanequín y artífice de importantes proyectos para Pacheco, como el monasterio del Parral en Segovia.

De este modo, el castillo no solo refleja la ambición política y señorial de Juan Pacheco, sino también la transición estilística del gótico tardío al mudéjar que caracterizó buena parte de la arquitectura de la época.