Desde un punto de vista urbano, el casco histórico de Córdoba se compone de dos áreas claramente diferenciadas: la Villa, situada al oeste y correspondiente a la antigua medina musulmana, y la Axerquía, el barrio oriental. Esta división, de origen andalusí, ha perdurado a lo largo del tiempo y sigue marcando el carácter de la ciudad. Tras la conquista cristiana, se potenció especialmente la zona de la Axerquía, que entonces estaba escasamente habitada, y se organizó en siete parroquias o collaciones. Aunque durante el siglo XVI se crearon nuevas plazas y se ampliaron algunas ya existentes, la estructura urbana apenas cambió hasta el siglo XIX, cuando se emprendieron reformas más radicales: se derribaron puertas y grandes tramos de la muralla, se trazaron paseos y avenidas, y se abrieron nuevas vías que, a principios del siglo XX, definieron el actual cinturón de rondas que abraza el centro histórico.
La Villa presenta una rica mezcla de épocas: al norte se hallan restos de la antigua Córdoba romana, mientras que al sur se sitúa la medina islámica, presidida por la Gran Mezquita Aljama, hoy Mezquita-Catedral. En el extremo suroeste destaca el barrio cristiano desarrollado en el siglo XIV alrededor del Alcázar de los Reyes Cristianos. Esta variedad permite dividir la Villa en tres zonas principales: el centro comercial, el entorno monumental de la Mezquita-Catedral y el tradicional barrio de San Basilio.
En cambio, la Axerquía muestra una mayor homogeneidad, aunque aún puede reconocerse la antigua organización en siete collaciones. En esta zona se conservan muchos de los templos cristianos construidos tras la Reconquista, incluidos conventos y parroquias, de las cuales solo una ha desaparecido.
El trazado urbano, con sus calles angostas y sinuosas de origen medieval, da lugar a manzanas irregulares donde conviven distintos tipos de construcciones. Las casas tradicionales, muchas de ellas heredadas del modelo islámico, conservan el encanto de la casa-patio, una tipología que tiene sus raíces en la vivienda romana. Estos patios, llenos de flores y vida, son uno de los símbolos más pintorescos y característicos de Córdoba.