Una vez se cruza la Puerta Dorada se llega a una amplia plaza mayor de planta irregular, en la que aún se conservan vestigios de antiguas edificaciones. Siguiendo en línea recta desde la puerta y al fondo, se distingue la entrada al atrio de la iglesia del monasterio, abierta en la muralla que circunda el tercer recinto. Se trata de una puerta barroca del siglo XVII, mandada construir por el duque de Cardona en 1670, que da acceso al atrio o galilea, utilizado en tiempos de clausura estricta para ingresar a la iglesia. A ambos lados de esta puerta se sitúan las estatuas de San Benito y San Bernardo, complementadas por una hornacina que alberga la imagen de la Virgen. Además, a sus costados se abren óculos decorados con abundante ornamentación barroca y columnas salomónicas, y en el centro de la plaza, frente a la puerta, se eleva la gran cruz de piedra del abad Guimerá del siglo XVI, emplazada sobre un podio de cuatro escalones.
Al norte de la plaza se encuentra una capilla de estilo austero, dedicada en 1251 a Santa Catalina, obra encomendada por Ramón Berenguer IV. Este recinto servía de lugar de oración para los visitantes de honor antes de acceder al área de clausura y, durante muchos años, resguardó la imagen de la Virgen de los Cipreses. El acceso a la capilla se realiza a través de una sencilla puerta románica, cubierta por una bóveda de cañón apuntada.
Dentro de la gran plaza se localizan también otras construcciones que en su día tuvieron gran relevancia, como la hospedería, situada hacia el sur, de la que actualmente solo se conservan vestigios. Se halla, además, el palacio moderno abacial, cuyo edificio fue iniciado en 1583 por el abad Francisco Oliver de Boteller, y al que se accedía mediante un corredor o galería, obra de Genover en 1732, que conectaba directamente con la iglesia; en aquel entonces, este palacio se encontraba en plena zona de huertas, fuera del recinto de clausura. Asimismo, destaca el hospital de pobres, construido en 1207 gracias a los donativos de Bernardo de Granyena, y el palacio antiguo abacial, en el que se alojaban las damas que formaban parte del séquito de Isabel la Católica durante sus visitas al monasterio con su familia.