El monasterio de Santa Cruz, situado en la parroquia homónima de Coímbra, es uno de los monumentos históricos y artísticos más relevantes de Portugal, tanto por su importancia en la historia del país como por la riqueza de sus intervenciones artísticas, especialmente las del periodo manuelino. Fundado el 28 de junio de 1131 por los canónigos regulares de San Agustín, bajo la promoción de los monarcas Alfonso I y Sancho I, cuyos restos reposan en su interior, pronto se convirtió en la casa monástica más influyente del reino, beneficiándose de numerosos privilegios papales y reales. El edificio original, construido entre 1132 y 1223 bajo la dirección del maestro Roberto, presentaba un marcado estilo románico y albergó una de las instituciones educativas más prestigiosas de la Edad Media portuguesa, destacando su biblioteca y su scriptorium, fundamentales para la consolidación del poder real en tiempos de Afonso Henriques. En este entorno se formó el joven Fernando Martins de Bulhões, posteriormente conocido como San Antonio de Lisboa o de Padua, y en 1220 los monjes recibieron los restos de los Mártires de Marrakech.
Durante el reinado de Manuel I, el monasterio fue objeto de una profunda renovación entre 1507 y 1513, momento en el que se construyó la actual fachada con dos torres laterales rematadas en pináculos góticos, a lo que se añadió un espectacular portal manuelino entre 1522 y 1526, obra de Diego de Castillo y Nicolás Chanterenne. En el interior, la nave única y el presbiterio quedaron cubiertos por una fastuosa bóveda de crucería manuelina, diseñada por Diogo Boitaca y Marcos Pires, y se enriquecieron con un púlpito renacentista realizado en 1521 por Chanterenne. Las tumbas de los reyes Afonso Henriques y Sancho I, originalmente situadas en el nártex, fueron trasladadas y rediseñadas por orden de Manuel I alrededor de 1520; decoradas con abundantes esculturas gótico-renacentistas y símbolos manuelinos, presentan figuras yacentes esculpidas por Chanterenne y otros maestros de la época. En torno a 1530, Diogo de Castillo añadió el coro alto, dotado de una magnífica sillería de madera tallada y dorada que comenzó el flamenco Machim y fue continuada por Juan Alemán y Francisco Lorete, quien también se encargó de su traslado definitivo.
Otros espacios del monasterio también destacan por su riqueza artística: la sacristía manierista, construida entre 1622 y 1624 por Pedro Nunes Tinoco, luce azulejos del siglo XVII y pinturas de Grão Vasco y Cristóvão de Figueiredo; la sala capitular, de estilo manuelino, alberga la capilla de San Teotonio, obra manierista de Tomé Velho, donde reposan los restos del santo fundador. Junto a ella se extiende el Claustro do Silêncio, diseñado por Marcos Pires entre 1517 y 1522, decorado profusamente y con una fuente central del siglo XVII. El refectorio, al que hoy se accede desde la Rua Olímpio Nicolau Rui Fernandes, fue construido por Diogo de Castilho y albergó una Última Cena de Hodart, actualmente conservada en el Museo Nacional Machado de Castro. En el exterior, el Claustro de Manga, separado hoy del complejo principal, conserva una fuente renacentista de gran simbolismo, construida por João de Ruão en la década de 1530, considerada la primera obra de arquitectura completamente renacentista en Portugal.
A lo largo de los siglos, el monasterio ha experimentado nuevas intervenciones, como la incorporación en el siglo XVIII de un órgano barroco realizado por Manuel Gomes Herrera, con caja tallada de Francisco Lorete, y la decoración de las paredes de la nave con azulejos lisboetas en tonos azules que narran escenas bíblicas. En el siglo XIX se añadió un arco triunfal barroquizante delante de la portada gótica. Hoy, el monasterio de Santa Cruz no solo es un testimonio excepcional de la evolución arquitectónica y artística de Portugal, sino también un lugar cargado de memoria histórica, donde se custodian los restos de los primeros reyes y se refleja el esplendor de las diferentes épocas que lo moldearon.
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