Los acueductos

Tradicionalmente se conocía la existencia de un único acueducto que abastecía de agua a Itálica desde Tejada la Nueva, cerca de Escacena del Campo, a unos 36,5 km de la ciudad. Se habían documentado restos visibles y grandes cisternas cercanas a la ciudad, descritas por el erudito Jerónimo Fray Fernando de Ceballos, aunque su ubicación exacta se había perdido. En 1974, trabajos de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir permitieron localizar algunos tramos y calcular la pendiente del que entonces se consideraba único acueducto.

El primer acueducto, construido a comienzos del siglo I d. C., captaba agua de al menos diez manantiales junto al río Guadiamar, siendo el principal el de la Huerta de Basilio. Suministraba exclusivamente a la vetus urbs, la ciudad vieja. Gran parte de su recorrido discurre bajo tierra, aunque en lugares como la finca La Pizana (Gerena) se conservan tramos visibles de unos 40 metros de longitud, con altura de 1,70-1,80 m y ancho de 80-90 cm, cubiertos por bóveda de cañón. Este acueducto se caracteriza por el uso extensivo de hormigón, lumbreras circulares y ausencia general de revestimiento de ladrillo, salvo en los arcos de pequeños puentes.

Con la construcción de la nova urbs durante el reinado de Adriano, se hizo necesaria una ampliación. El acueducto adrianeo, de época del siglo II d. C., recogía agua de manantiales más lejanos, en Peñalosa de Tejada la Nueva, y se unía al acueducto primitivo en la cañada de Conti antes de dirigirse a cisternas cercanas al anfiteatro. Esta canalización se distingue por estar completamente revestida de ladrillo, una característica excepcional en la península y poco común en el Imperio. El specus se mantenía sobre una subestructura para conservar la cota constante y se cubría con tejas o planchas de piedra. Las lumbreras son cuadradas y también revestidas de ladrillo, reflejando su contemporaneidad con la nova urbs. El acueducto incluía largas arquerías para salvar arroyos y vaguadas, aunque la mayoría se ha perdido; se conserva un tramo notable en el cruce del río Guadiamar.

Tras siglos de abandono y la catástrofe ecológica de 1998, se ha recuperado el interés por proteger y valorar los restos de esta compleja obra hidráulica. Hoy forman parte del Corredor Verde del Guadiamar y de la Ruta de los Paisajes Históricos de Olivares, con posibilidades de descubrir nuevos tramos y estudiar más a fondo los ya conocidos.

Artículo obtenido de Wikipedia en su versión del 29/10/2025, por varios autores bajo la Licencia de Documentación Libre GNU.

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